
En el tranquilo y sereno noreste de Koh Phangan, una de las tres islas habitadas del Golfo de Tailandia, se encuentra un bungalow de 100 metros cuadrados con piscina privada. Este establecimiento, escondido en un antiguo refugio de piratas a pie de la playa de Salad, fue el escenario de un incidente macabro que sacudió a toda la isla y afectó profundamente el negocio de la dueña de la propiedad.
El macabro suceso ocurrió en agosto del año pasado cuando Daniel Sancho, un inquilino de la villa, fue acusado de descuartizar a Edwin Arrieta. Tras el incidente, la dueña del complejo tuvo que recurrir a monjes budistas para limpiar la energía negativa del bungalow, un esfuerzo que no logró restaurar inmediatamente el flujo normal de huéspedes.
El juicio contra Sancho se inició en la isla vecina de Koh Samui, y la dueña del complejo, que había esperado liberarse del acoso mediático que había afectado su negocio, fue citada para testificar. Sancho enfrenta posibles cargos por asesinato premeditado, destrucción de documentación ajena y desaparición de partes del cuerpo de la víctima. Según el código penal tailandés, el asesinato premeditado puede ser castigado con la pena capital, aunque generalmente se conmuta por cadena perpetua.
En los hechos que llevaron a este juicio, Sancho alquiló el bungalow el 31 de julio. Al día siguiente, compró utensilios como un cuchillo de ocho pulgadas, bolsas de basura, guantes de látex, mallas metálicas de acero inoxidable, 120 metros de papel film, gomas de atar y estropajos en el Big C Food Market, el supermercado más grande de la isla. La policía pudo rastrear su compra gracias a un ticket encontrado en el vertedero junto a restos humanos y una bolsa negra que contenía ropa rasgada.
Sancho fue visto por última vez con Arrieta alrededor de las 14.00 horas del 2 de agosto, cuando fue a recogerlo en su moto alquilada al ferry de la isla. Según los registros de las cámaras de seguridad, ambos entraron en el bungalow alrededor de las 15.37 horas. Más tarde, solo Sancho fue visto saliendo del bungalow a las 19.17 horas.
Durante su confesión, Sancho alegó que la muerte de Arrieta fue el resultado de una pelea que estalló después de que Arrieta intentara forzarlo a tener relaciones sexuales. Según Sancho, golpeó a Arrieta, quien luego se golpeó la cabeza contra un lavabo al caer. Sancho admitió haber tardado tres horas en descuartizar el cuerpo y luego limpiar a fondo la habitación.
Después de la limpieza, Sancho hizo dos viajes para deshacerse de los restos de Arrieta. Primero, compró un kayak en una tienda cercana, remó unos 600 metros mar adentro y arrojó algunas partes del cuerpo. Luego, en un viaje en moto, esparció bolsas de basura con más restos por varios contenedores en la carretera hacia la playa de Haad Rin, a más de 45 minutos en moto del bungalow.
El 3 de agosto, a las 6.00 horas, Sancho depositó más restos en la playa de su hotel usando de nuevo el kayak. A las 9.00 horas, realizó el checkout del hotel, todavía con partes del cuerpo de Arrieta guardadas en una bolsa de deporte. Tres horas después, operarios del vertedero encontraron las bolsas de basura y alertaron a la policía.
El 4 de agosto, después de encontrar el ticket de la compra en el vertedero y analizar las grabaciones de las cámaras de seguridad del supermercado, la policía detuvo a Sancho. Inicialmente, negó cualquier participación en el asesinato, pero más tarde confesó.
Sancho, quien se enfrenta a posibles cargos de asesinato premeditado, destrucción de documentación ajena y desaparición de partes del cuerpo de la víctima, podría enfrentarse a la pena capital si es declarado culpable. Sin embargo, si se le condena a cadena perpetua o a homicidio imprudente, los abogados del acusado pueden solicitar la extradición a España, un proceso complejo dado que Tailandia tiene acuerdos de extradición con pocos países, y España no es uno de ellos.
A pesar del tiempo transcurrido desde el incidente, la isla de Koh Phangan aún lleva las cicatrices de este macabro suceso. La villa, una vez un lugar sereno y pacífico, aún resuena con los ecos del crimen que cambió para siempre su historia. La dueña del complejo, a pesar de sus esfuerzos por limpiar y purificar el bungalow, aún lucha por recuperar la normalidad en su negocio. A medida que avanza el juicio, la isla y sus habitantes esperan que se haga justicia y que finalmente puedan encontrar la paz.