
El pasado 31 de marzo cumplí seis décadas de vida, un hito que, aunque no me sorprendió, sin duda dejó una impresión. Sin embargo, todavía me quedan cinco años hasta el 2029 antes de cruzar la frontera y entrar oficialmente en la categoría de persona mayor. Estos primeros cinco años en la sesentena se sienten como un período de descompresión necesario antes de sumergirse en la próxima fase de la vida, a la que me refiero con orgullo como la vejez.
Despedirse de los 50, una década llena de sorpresas, fue un desafío. Para las que están a punto de entrar en esta etapa, incluida la Nieves Álvarez, les digo que es una montaña rusa de emociones. Te encuentras apagando fuegos, lidiando con situaciones inesperadas y navegando por cambios imprevistos. Pensarás que la cincuentena será un paseo tranquilo, pero pronto te darás cuenta de que es más como un viaje en la montaña rusa más emocionante del parque de atracciones.
A medida que envejeces, empiezas a enfrentarte a la realidad de la mortalidad. La gente cercana a ti comienza a morir y empiezas a sentir los efectos del envejecimiento en tu propio cuerpo. Tu cuerpo puede comenzar a rebelarse, y te encuentras lidiando con una serie de citas médicas y problemas de salud. Tus arrugas se vuelven más prominentes y es posible que no te sientas preparada para aceptarlas, aunque te gustaría poder hacerlo.
Todo esto puede llevarte a un juego constante de empujar y tirar con tu cuerpo. Podrías encontrarte en el gimnasio tratando de mantener tu cuerpo en forma, o recurriendo a la blefaroplastia para levantar tus párpados caídos. Puedes perder la confianza en tu cuerpo, pero encontrarla en tu ropa. La vida a esta edad está llena de contradicciones, como anhelar la compañía de una pareja, pero al mismo tiempo celebrar la libertad que viene con la soltería.
La cincuentena también es una década de revelaciones. Una de las más importantes para mí fue el reconocimiento de la repetición en la vida. Por ejemplo, viví la explosión de la autoayuda en los 90 y ahora parece que está de vuelta. También me he dado cuenta de que la moda es cíclica, y me encuentro vistiendo ropa que usaba hace 20 años. Me pregunto si las crepes y las tablas de queso volverán a estar de moda en algún momento.
En lo profesional, la década de los 50 trae un cambio de perspectiva. Puedes encontrarte soñando con la jubilación, algo que antes no habrías considerado. Tus ambiciones pueden disminuir, pero al mismo tiempo, te das cuenta de tus fortalezas y habilidades. Te das cuenta de que el envejecimiento, en palabras del gran David Bowie, es un proceso extraordinario en el que te conviertes en la persona que siempre deberías haber sido. Y empiezas a gustarte esa persona.
Para reflexionar sobre la última década, recurro a mi cuenta de Instagram, que se ha convertido en mi diario personal. En los últimos diez años, he escrito algunos de mis mejores textos, he cumplido mi sueño de hacer música, he viajado a lugares exóticos, he ampliado mi biblioteca, he conocido a celebridades como Céline Dion, y he adoptado a un segundo perro. He tenido que lidiar con desafíos, como caerme por unas escaleras y ser atropellada por un perro galgo, pero también he tenido triunfos, como dejar de fumar y adoptar una dieta más saludable.
La vida a estas edades es una mezcla de emociones contrapuestas, enfrentándote a tus fantasmas del pasado y tratando de equilibrar lo que sientes con lo que piensas. No es fácil, pero es una parte esencial del viaje de la vida.
A menudo digo que soy parte de la primera generación que ha bailado techno y que está a punto de entrar en la vejez. Esto resume mi actitud hacia la vida: una resistencia subterránea a la vejez y una aceptación del envejecimiento como una parte natural de la vida. Si los 60 son así, imagina lo que te espera en los 50. Así que, a todas las mujeres que están a punto de entrar en la cincuentena, les aconsejo que abracen esta etapa de la vida, que disfruten de sus contradicciones, de sus momentos cómicos y dramáticos, de sus desafíos y placeres. Y recuerden, cada final es también un nuevo comienzo, como lo demuestra el hecho de que mi 60 cumpleaños coincidió con el domingo de Resurrección.