
A medida que la humanidad avanza hacia el año 2050, una reciente investigación publicada en la revista científica BMJ Global Health sugiere que un cambio en nuestra dieta podría resultar en la salvación de entre 500.000 y 750.000 vidas. El estudio propone que reemplazando una parte de la ingesta de carnes rojas por el consumo de peces forrajeros como las sardinas, arenques o anchoas, podríamos lograr beneficios significativos para la salud pública, especialmente en la reducción de la enfermedad isquémica del corazón.
Los investigadores estiman que el consumo de este tipo de pescado podría sustituir hasta al 8% de la carne roja mundial. Este cambio no solo beneficiaría la salud, sino que también ayudaría a reducir las complicaciones asociadas a enfermedades no transmisibles, como las enfermedades cardiovasculares.
Los autores del estudio sostienen que los efectos positivos de este cambio serían especialmente notables en países de medianos y bajos recursos, donde este tipo de pescado es barato y fácil de encontrar y donde los problemas cardiovasculares están en aumento.
El estudio resalta que hay abundantes evidencias que muestran que las carnes rojas, especialmente las procesadas, se asocian con un aumento en el riesgo de enfermedades no transmisibles, las cuales fueron responsables de aproximadamente el 70% de todas las muertes globales en 2019.
Los investigadores, científicos del Instituto Nacional de Estudios Medioambientales de Tsukuba (Japón) y la Universidad de Queensland (Australia), sostienen que para mejorar la salud humana y la del planeta, es necesario limitar el consumo de carne roja y cambiar hacia alimentos más ‘amigables’ para la salud y el medio ambiente.
En su investigación, los científicos emplearon un modelo de proyecciones con cuatro escenarios diferentes para estimar el potencial de los peces forrajeros, especies que no solo tienen una alta concentración en nutrientes esenciales sino que son ricos en dos tipos de ácidos grasos poliinsaturados omega 3 (DHA y EPA), que en estudios previos se han asociado con beneficios cardiometabólicos.
El estudio, que se basó en estimaciones de 137 países, mostró que si el consumo de peces forrajeros se adopta a nivel global, los beneficios en términos de salud pública, en particular en cuanto a la incidencia de enfermedad coronaria, pueden ser altos.
Los científicos sostienen que la cantidad de este tipo de pescado disponible no es suficiente para sustituir a toda la carne roja y estiman en un 8% el reemplazo. Sin embargo, ese incremento permitiría alcanzar las recomendaciones de consumo de pescado en la mayoría de los países.
Actualmente, solo el 26% de las capturas de este tipo de pescado se destina al consumo humano. El resto se utiliza para alimentar a especies criadas en piscifactorías, como salmones o truchas.
Manuel Anguita, portavoz de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), apoya las conclusiones del estudio, que van en línea con las recomendaciones actuales que priorizan el consumo de pescado y otras fuentes de proteína sobre las carnes rojas.
El patrón de la dieta mediterránea recomienda limitar la ingesta de carne y optar preferentemente por carnes blancas, pescados y legumbres. Anguita recuerda que hay evidencias que asocian claramente el consumo de carnes rojas y procesadas con un mayor riesgo de cáncer, en particular de cáncer de colon.
Los ácidos grasos omega 3 presentes en los peces forrajeros se asocian con efectos antiinflamatorios y antitrombóticos, así como en una reducción de los niveles de triglicéridos y colesterol LDL.
Jesús Francisco García-Gavilán, investigador en CIBERobn y profesor asociado de la Universidad Rovira i Virgili, sostiene que el estudio valora el potencial de sustituir el consumo de carnes rojas por peces forrajeros como una alternativa nutricional y ambientalmente más sostenible.
García-Gavilán añade que el consumo humano directo de estos peces forrajeros supondría, no solo una mejora a nivel de salud pública, sino que afectaría positivamente sobre algunos de los actuales problemas de sobreexplotación, cambio climático y desnutrición.
El consumo continuado de carne roja favorece el desarrollo de enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer, las dos patologías que producen mayor mortalidad y gasto sanitario a nivel nacional. Algunas de las prácticas ganaderas asociadas a este tipo de alimentos perjudican gravemente el medioambiente. Por lo tanto, la aplicación de políticas alimentarias a nivel nacional que favorecieran el consumo de pescado no solo produciría una mejora de la salud de la población, sino que disminuiría el gasto sanitario y potenciaría el seguimiento de la dieta mediterránea y de la dieta atlántica.