
El Banco Central Europeo (BCE) ha optado por mantener el status quo, dejando intactos los tipos de interés de referencia en la zona euro, marcando así la quinta reunión consecutiva en la que el Consejo de Gobierno del regulador ha decidido no alterar las tasas de referencia en la Eurozona. Estas tasas son vitales ya que establecen el nivel al cual los préstamos son otorgados a los ciudadanos, una herramienta esencial para combatir de manera definitiva la inflación. Los niveles de tasa se mantienen cercanos a sus máximos históricos: el tipo principal de refinanciación en el 4,5%, la facilidad de depósito en el 4% y la tasa de préstamo marginal en el 4,75%.
Aunque en la superficie todo parece igual, las circunstancias recientes han colocado a la presidenta del BCE, Christine Lagarde, en una posición que anteriormente era considerada improbable. La situación ha cambiado drásticamente debido a la reciente información sobre la inflación en los Estados Unidos, que se situó en un 3,5% en marzo y una subyacente estancada del 3,8%. Incluso el secretario general del Tesoro de los Estados Unidos, Larry Summers, sugirió recientemente que se debería «tomar en serio» la posibilidad de que el «siguiente movimiento de la Reserva Federal estadounidense sea un alza de los tipos». Este panorama contradice la ruta que el mercado había asumido, en la que se esperaba que la Reserva Federal actuara primero y el BCE siguiera su ejemplo en la nueva etapa de reducción de tipos. Sin embargo, para Lagarde, parece que ya no hay más excusas.
En las actas de la reunión del Consejo de Gobierno de marzo, el BCE admitió que su política monetaria del último año y medio «ha pesado sobre el crecimiento» de la economía «más de lo que habían esperado». Se destacó también el daño que causan los costes financieros más altos a aquellos con menor capacidad de negociación o de buscar el dinero en otro lugar, como las empresas más pequeñas o los jóvenes en busca de hipotecas. Esto, sumado a una inflación que en marzo marcó un nuevo mínimo por cuarto mes consecutivo (2,4% y la subyacente, que descuenta los alimentos frescos y la energía, en el 2,9%), hace difícil que el BCE no acometa en junio la que será la primera bajada de tipos de interés de este nuevo ciclo y la primera, en general, desde que en septiembre de 2019 decidiera colocar la facilidad de depósito en el -0,5%, lo que llevó a muchos bancos a cobrar a sus clientes por tener depositado el dinero en sus cuentas. Esta medida en España solo se aplicó a grandes fortunas y empresas.
De acuerdo con las últimas proyecciones del BCE de marzo, se espera que la economía europea crezca un 0,6% este año (dos décimas menos de lo esperado en diciembre), y que mantenga una trayectoria estable del 1,5% en 2025 y del 1,6% en 2026. Se espera que la inflación cierre este ejercicio en el 2,3% en diciembre y alcance su objetivo del 2% el próximo año.