
El escenario es Sevilla, en la plaza de toros de la Maestranza. El protagonista es un hombre, Manuel Escribano, que se destaca por encima de todos los demás, surgiendo como un faro para los héroes, un hombre que trasciende los límites de la humanidad.
Escribano, junto con Borja Jiménez, son testigos de un milagro. Sí, los milagros existen en Sevilla, y estos dos hombres pueden dar fe de ello. Escribano, con su vida, y Jiménez con su triunfo.
La historia comienza cuando Escribano sale del quirófano, tras estar al borde de la muerte y resucitar. La plaza de toros estalla en una ovación y él, como si no pudiera creer lo que está sucediendo, vuelve al mismo lugar donde 120 minutos antes había caído herido. Vestido con vaqueros y un chaleco, Escribano electrifica la Maestranza y la gente se pone de pie como si les hubieran dado un calambrazo.
La hazaña de Escribano se vuelve temeraria cuando toma las banderillas, cojeando para salir de la plaza. Solo dos banderillas entre mucho miedo. Fue operado de la cornada con anestesia local precisamente para regresar a la plaza. La faena de muleta se desarrolla entre la angustia, los giros belicosos del toro y el cuerpo dolorido de Escribano, enfrentándose a la situación con una valentía que solo se puede admirar.
Hasta ese momento, la tarde había sido para Borja Jiménez. Desde que se hizo cargo del primer toro, el victorino hiriente, Jiménez demostró su habilidad. Con temple y control, construyó tres series de naturales pausados que destacaron como la piedra angular de la faena.
Sin embargo, la aparición de Baratero, un toro bajo y apretado, cambió el rumbo de la tarde. Este toro, que embestía a cámara lenta, fue un verdadero regalo para Jiménez. La izquierda es su mano, el giro copernicano de su toreo. Manejó al toro con serenidad y orden, pero varió el registro hacia la verticalidad en el último instante.
La apuesta de Roca Rey con la corrida de Victorino Martín fue sellada por los otros protagonistas. Roca Rey se enfrentó a un toro por delante y, por dentro, francamente deslucido. A pesar de las críticas y reproches, logró construir una faena que podría considerarse entre las más destacables de su carrera en Sevilla.
En resumen, el milagro en Sevilla fue protagonizado por dos toreros, Manuel Escribano y Borja Jiménez. Enfrentándose a la muerte y al peligro, demostraron que el espíritu humano puede superar cualquier límite. Ambos toreros desafiaron las expectativas, demostrando su valentía y coraje en la plaza de toros de la Maestranza. Su hazaña será recordada como un ejemplo de superación y triunfo en el mundo del toreo.