
El arte de las adaptaciones cinematográficas y televisivas de obras literarias es un equilibrio delicado. Por un lado, los creadores deben mantener la esencia de los textos originales, pero por otro lado, también deben asegurarse de que estas adaptaciones puedan sostenerse por sí mismas. Un espectador no debería tener que leer una novela para comprender y apreciar completamente su adaptación en la pantalla. Las adaptaciones deben ser capaces de trascender el material que adaptan, y a veces, incluso negarlo.
Este es un principio que parece haber sido olvidado en la última serie de Netflix, El problema de los tres cuerpos, una adaptación de la aclamada novela de ciencia ficción del autor chino Liu Cixin. Los responsables de esta adaptación son David Benioff y D.B. Weiss, los mismos creadores de Juego de tronos. Sin embargo, a diferencia de su éxito anterior, esta nueva serie no ha sido bien recibida.
Es indudable que la serie ha estado rodeada de controversia incluso antes de su lanzamiento. La adaptación original de la novela, producida en China, generó mucho revuelo en su país de origen. Pero todas estas controversias externas son insignificantes comparadas con los problemas internos de la serie.
Uno de los problemas más evidentes es su enorme presupuesto. Se estima que cada episodio ha costado 20 millones de dólares. Con un presupuesto tan alto, uno esperaría una calidad de producción excepcional. Sin embargo, la serie ha sido criticada por sus efectos digitales de baja calidad. En una era donde la tecnología CGI ha avanzado tanto, es inaceptable que una serie con un presupuesto tan alto presente efectos visuales tan pobres.
La deficiente calidad visual de la serie no es el único problema. Benioff y Weiss, que fueron criticados por su mal gusto en Juego de tronos, parecen haber duplicado su falta de buen gusto en El problema de los tres cuerpos. La serie es visualmente espantosa, con escenas que parecen sacadas de una película de bajo presupuesto y no de una superproducción de Netflix.
El contenido de la serie también deja mucho que desear. El problema de los tres cuerpos presenta conflictos metafísicos y una amenaza para la humanidad que, aunque original, está mal desarrollada. La serie se basa en uno de los recursos más cuestionados de la ciencia ficción: la superciencia. Este recurso, que consiste en presentar al espectador una ciencia avanzada y a menudo incoherente para justificar cualquier cosa, puede funcionar si se ejecuta bien. Sin embargo, en el caso de El problema de los tres cuerpos, este recurso se usa de manera torpe y confusa.
Además de su pobre uso de la superciencia, la serie también descuida momentos que podrían haber sido memorables. En lugar de centrarse en escenas que podrían haber permanecido en la memoria del espectador, la serie se embrolla en explicaciones que no convencen a nadie. Algunos espectadores incluso pueden querer olvidar ciertas escenas, como la del baco humano, la deshidratación o el infame barco.
En conclusión, El problema de los tres cuerpos es un ejemplo de cómo no hacer una adaptación. A pesar de su enorme presupuesto y de tener a dos creadores de renombre a la cabeza, la serie no logra captar la esencia de la novela original y se queda corta en muchos aspectos, desde su calidad visual hasta su contenido. Sin embargo, lo más importante es que la serie no logra sostenerse por sí misma sin la novela, algo que toda adaptación debería ser capaz de hacer.