
El jueves pasado, el gobierno de Israel informó a la Casa Blanca de un inminente ataque a Irán que tendría lugar en las próximas 24 a 48 horas, según informaron varios medios de comunicación estadounidenses. Las fuentes también señalaron que el gobierno de Joe Biden fue asegurado por Tel Aviv que las instalaciones nucleares de Irán no serían el blanco de los bombardeos.
Washington confirmó que sus fuerzas armadas no participaron en el ataque. Sin embargo, la administración Biden hubiera preferido que Israel no lanzara el ataque y está ansiosa por calmar la situación. El propio presidente estadounidense, Joe Biden, había pedido al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que no atacara a Irán.
Israel decidió ir adelante con el ataque a pesar de la solicitud de Biden. Según los informes de los medios estadounidenses, la fecha inicial del ataque iba a ser el lunes, pero Netanyahu decidió esperar debido a las presiones de Washington. Además, se alega que los EE. UU. forzaron a Netanyahu a reducir la escala del ataque militar.
En los Estados Unidos, hay preocupaciones sobre la posibilidad de una reacción de Teherán que pueda desencadenar una serie de ataques y contraataques entre los dos países. Las tensiones se agravan por el hecho de que los sectores más «duros» están en el poder tanto en Israel como en Irán.
En un intento de salvar la cara después del bombardeo de Israel a su consulado en Damasco, Siria, el 1 de abril, Irán atacó a Israel. Ahora, Israel parece haber respondido de manera similar para demostrar a Irán que los ataques en su territorio no quedarán sin respuesta. La pregunta que queda es si Irán responderá directamente, a través de aliados regionales, como los hutíes de Yemen e Hizbulá en Líbano, o si optará por no hacer nada.
El hecho de que Israel llevara a cabo el ataque a pesar de la oposición de Estados Unidos pone de manifiesto la considerable influencia de Tel Aviv sobre Washington. Estados Unidos proporciona ayuda militar a Israel equivalente a casi cuatro veces la que la URSS proporcionaba a Cuba durante la Guerra Fría, ajustando por la inflación. Según Bloomberg, Estados Unidos también paga un tercio de la guerra en Gaza.
Para la administración de Biden, este ataque es otro fracaso en su lista de desastres en Oriente Medio desde que el grupo terrorista Hamas atacó a Israel el 7 de octubre. Washington no ha tenido éxito en convencer a Israel de que realice una ofensiva selectiva contra objetivos terroristas en Gaza, en lugar de un ataque convencional que ha devastado gran parte del territorio.
Dentro de la Casa Blanca y el Partido Demócrata, algunos opinan que Netanyahu, cuya mala relación personal con el presidente estadounidense es tan notoria como su cercanía al ‘trumpismo’ y su amistad con el yerno del ex presidente, Jared Kushner, está provocando una escalada en el conflicto para arrastrar a Estados Unidos a la guerra.
Por parte del Partido Republicano, sin embargo, hay un apoyo incondicional a Israel. El ex presidente Donald Trump ha instado a Tel Aviv a «terminar el trabajo» en Gaza. Kushner ha criticado que en Gaza no se haya creado una infraestructura turística de playa bajo la administración de Hamas, una referencia clara al fracaso económico palestino. Algunos interpretaron esto como una sugerencia velada de que Israel debería anexarse la costa de la región y expulsar a los palestinos.