
En medio de las turbulencias globales, el mundo parece respirar aliviado al ver que las dos principales superpotencias, Estados Unidos y China, a pesar de las tensiones y conflictos en varios frentes, están retomando una comunicación fluida que durante mucho tiempo había estado rota. En un contexto de incertidumbre global, la reanudación de esta comunicación bilateral es indudablemente un paso significativo hacia el alivio de las tensiones geopolíticas.
El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y su homólogo chino, Xi Jinping, se encontraron en San Francisco a finales del año pasado y mantuvieron una conversación telefónica hace apenas tres semanas. Adicionalmente, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, ha viajado a China en dos ocasiones en los últimos diez meses. Estos acontecimientos muestran un cierto deshielo en la nueva Guerra Fría en la que Washington y Pekín parecen estar inmersos.
Recientemente, Blinken aterrizó en Pekín después de una parada en la cosmopolita Shanghai, donde sostuvo reuniones centradas en la economía. En Pekín, se reunió con el presidente Xi Jinping, quien sorprendió por su tono conciliador. Xi Jinping afirmó que «China y Estados Unidos deberían ser socios y no adversarios», una declaración que parece contrarrestar la retórica beligerante que ha caracterizado las relaciones entre las dos naciones en los últimos años.
Xi Jinping también expresó su deseo de ver a un Estados Unidos seguro, abierto y próspero, e instó a que el desarrollo de China se vea desde una perspectiva positiva. Asimismo, enfatizó que el mundo es suficientemente grande para el desarrollo y la prosperidad de ambos países.
Antes de la reunión con Xi Jinping, Blinken fue recibido por el influyente ministro de Exteriores chino, Wang Yi. Durante la reunión, que duró casi cinco horas, ambos líderes discutieron una variedad de temas a puerta cerrada. Wang afirmó que el «gran barco» de la relación entre los dos países se había estabilizado, pero que continuaban aumentando los «factores negativos». También advirtió a Blinken que Estados Unidos no debe traspasar las «líneas rojas» de China.
Por otro lado, el viaje de Blinken a China fue precedido por un incremento de las tensiones entre ambos países. Horas antes de su llegada, el Senado de Estados Unidos aprobó un paquete de ayuda de 95.000 millones de dólares para Ucrania, Israel y Taiwan. Esta última decisión no fue bien recibida en Pekín, dado que parte de este paquete de ayuda terminará en manos de Taiwan, una isla que se resiste a ser absorbida por China.
A pesar de las tensiones y conflictos, es importante destacar que la cooperación entre los dos países ha avanzado, especialmente en lo referente a la lucha contra el fentanilo. Durante su encuentro en San Francisco, Biden logró obtener el compromiso de Xi Jinping de que China perseguirá con dureza a las empresas que exportan los precursores químicos necesarios para fabricar este potente opioide sintético que ha causado cientos de miles de muertes en Estados Unidos.
Sin embargo, no todo es armonía y cooperación. Uno de los puntos de fricción más notables es la acusación de Estados Unidos de que China está ayudando militarmente al régimen de Putin. Blinken ha acusado al Gobierno de Xi Jinping de ser el «principal contribuyente extranjero» a la base de defensa de Moscú, alegando que China estaría suministrando al régimen de Putin tecnologías clave para impulsar el armamento que utiliza en la invasión de Ucrania.
Los analistas coinciden en que, a pesar de las dificultades y la retórica agresiva que suelen emplear los funcionarios chinos y estadounidenses, ambos países están esforzándose por mantener abiertas sus líneas de comunicación. Sin embargo, es poco probable que alguna de las partes ceda en muchos de los pulsos que mantienen. Incluso se espera que Biden endurezca su discurso contra Pekín a medida que se acercan las elecciones estadounidenses.