
Las elecciones en la sede nacional del Partido Popular (PP) el domingo pasado estuvieron marcadas por una tensión electoral reducida, ya que la atención estaba fija en la provincia de Álava. La gran pregunta era si Javier de Andrés lograría obtener un resultado favorable en su territorio y si conseguiría el ambicionado cuarto escaño en la menos nacionalista de las provincias. Además, ¿podría hacerlo a expensas de Vox, dejando a Santiago Abascal sin representación en su región natal, justo antes de las elecciones catalanas y europeas? Al final, las predicciones solo se cumplieron parcialmente: el partido de Alberto Núñez Feijóo logró incrementar su número de diputados a siete, uno más que la coalición PP-Cs en 2020, superando así su propio objetivo. Sin embargo, Vox mantuvo su escaño en Álava.
En Génova, 13, la sensación de alivio contenido fue palpable cuando los resultados fueron definitivos. La misión se cumplió sin más. Sin fanfarrias. No fue ni un gran resultado ni un mal resultado. Sólo lo esperado. Sin embargo, proporcionó un respiro, especialmente después de que en la última semana se propagara entre los populares el miedo a que el PNV atrajera el voto útil de los electores antiBildu y dejara a Javier de Andrés sin crédito que apuntar en comparación con Carlos Iturgaiz, candidato popular hace cuatro años.
Álava continúa siendo el feudo del centroderecha no nacionalista en Euskadi. El PP logra igualar al PSE-EE en Álava, con cuatro escaños y más del 16%. Es decir, 4,5 puntos más que en las elecciones autonómicas anteriores. Sin embargo, queda a 500 votos del sorpasso en votos a los socialistas. Mientras tanto, los de Eneko Andueza ganan un escaño en cada una de las otras dos provincias, mientras que los populares mantienen el mismo resultado que en 2020 en Vizcaya (dos diputados) y Guipúzcoa (un parlamentario).
El PP logra un mayor número de votos en cada una de las tres circunscripciones. En el total, la candidatura encabezada por Javier de Andrés aumenta 2,5 puntos: del 6,7% al 9,2%. De 60.650 votos a 96.790. Y pasa de quinta a cuarta fuerza, ya que ha adelantado a un Podemos que se queda sin representación en el Parlamento de Euskadi.
Con estos resultados, el PP vasco corta tenuemente la hemorragia electoral que había estado sufriendo en el último cuarto de siglo, donde su caudal político iba disminuyendo en cada cita con las urnas. De hecho, es la primera vez que el partido mejora su resultado desde 2001. Pero, claro, en aquel entonces logró 19 escaños y ahora tiene siete.
En Génova argumentan que con Feijóo han cambiado la inercia bajista del PP vasco y que han obtenido un 58% más de votos que hace cuatro años. Es cierto que entonces se votó en plena pandemia y hubo menos participación: un 52,9%, casi 10 puntos menos que el 62,5% registrado en la jornada de ayer.
La sensación en el PP es positiva, pero tibia. Seis escaños habrían sido un mal resultado y siete es la frontera del objetivo cumplido. Así de ajustadas eran las expectativas de los populares. Las elecciones vascas se habían convertido en una suerte de meta volante antes de las etapas reinas de Cataluña, el 12 de mayo, y el Parlamento Europeo, el 9 de junio.
En Génova han insistido en que el PP partía de cuatro escaños y no de seis, ya que los otros dos que tenía el grupo parlamentario eran de Ciudadanos. Pero lo cierto es que todos los dirigentes del PP vasco y de la dirección nacional de los populares habían establecido el mismo umbral mínimo para no considerar un desastre el resultado en estas elecciones: superar la barrera de los seis escaños.
Así lo dijo el propio Alberto Núñez Feijóo el viernes, último día de la campaña, al ser preguntado sobre superar el umbral de seis diputados: «La expectativa que tiene el PP es de crecer en votos y en representación parlamentaria y mejorar el resultado de las elecciones autonómicas».
Javier de Andrés ha salvado los muebles, pero sin el revulsivo que esperaban los populares hace solo dos meses. Ahora tiene cuatro años para intentar la recomposición de la formación en Euskadi, después de un período turbulento desde el cese de Alfonso Alonso en 2020, al que sucedió Carlos Iturgaiz durante la pasada legislatura. También tiene cuatro años para intentar disputar nuevamente la hegemonía constitucionalista al PSE-EE, especialmente en Vizcaya y Guipúzcoa, donde los dirigentes del PP vasco consultados por este diario esperaban ser más competitivos. En retrospectiva, creen que ha habido cierta transferencia de votos útiles al PNV.
Por eso la campaña del PP vasco ha sido moderada y plana, para no avivar el voto del miedo. Han conseguido el objetivo mínimo. El de desplazar a Vox, no.