
Cuando Mercedes Cañas tenía apenas dos años, sorprendía a todos hablando casi como un adulto. A los tres, pidió a sus padres que le enseñaran a leer, y así lo hicieron. A esa temprana edad, Mercedes abría el periódico y leía, aunque su comprensión lectora no era total. Pero no había duda, Mercedes era diferente.
Los padres de Mercedes, ambos maestros y especializados en Educación Especial, decidieron hablar con el colegio, ya que sospechaban que su hija era superdotada. Para confirmarlo, Mercedes fue sometida al test WISC (Escala Wechsler de Inteligencia para Niños), el cual reveló que su cociente intelectual (CI) era de 138, confirmando que Mercedes era superdotada.
Mercedes recuerda que ya en el primer grado de Primaria demostró un alto percentil en creatividad. «Mi capacidad más potente es la lingüística», explica. Mercedes comenzó a asistir al Programa de Enriquecimiento Educativo (PEAC) de la Comunidad de Madrid, donde, según ella, se le «abrió el mundo». Fue allí donde conoció a otros niños superdotados, y donde finalmente se sintió comprendida: «Estos niños hablan mi idioma», dijo al salir de la primera sesión.
Aunque Mercedes es solo una de las miles de estudiantes con altas capacidades intelectuales reconocidas por el Ministerio de Educación, su historia plantea una cuestión interesante: ¿por qué hay menos niñas que niños reconocidos como superdotados? Según los últimos datos oficiales correspondientes al curso 2021/22, existen 46.238 estudiantes identificados como superdotados, de los cuales el 65% son niños y el 35% son niñas. ¿Son las niñas acaso menos inteligentes?
Carmen Sanz Chacón, psicóloga especializada en sobredotación, sostiene que estas cifras no se ajustan a la realidad ni en números absolutos ni en el reparto por sexo. Según Sanz, el 2% de la población es superdotado (CI superior a 130) y el 10% tiene altas capacidades (CI superior a 120). Por tanto, en España deberían estar identificados unos 160.000 superdotados y 800.000 alumnos con altas capacidades.
En su libro ‘Destacar o callar’, Sanz explica que no hay diferencias biológicas relevantes entre el cerebro masculino y el femenino que justifiquen la disparidad de género en las cifras de superdotación. Más bien, apunta a los estereotipos sociales y la tendencia de las alumnas a ocultarse y disimular para pasar desapercibidas como las principales razones de que se identifique a menos niñas superdotadas.
Sanz señala que la mala conducta, más frecuente en varones, puede ser un indicativo de altas capacidades que se descubre cuando los padres llevan al niño al psicólogo. En contraste, las niñas suelen ser menos conflictivas y pasan más desapercibidas.
Pero, ¿qué ocurre si un niño superdotado no es identificado? Según Sanz, hay dos consecuencias principales: la primera es que estos niños son a menudo vistos simplemente como raros, aislados y muchas veces acosados; la segunda es el fracaso escolar. «Son muy inteligentes, aprueban sin estudiar y cuando llegan a un nivel que necesita más esfuerzo, no saben cómo hacerlo», explica Sanz.
A pesar de ser superdotada, Mercedes también tuvo que aprender a navegar en un sistema educativo que a menudo no comprende ni apoya a los niños con altas capacidades. Aprendió pronto que lo mejor era disimular, como sostiene Carmen Sanz. Si levantaba mucho la mano en clase, era vista como una empollona. Sin embargo, Mercedes no quería destacar, simplemente quería participar.
Con el tiempo, Mercedes aprendió a valorar su inteligencia y a no dejarse intimidar por las expectativas de los demás. Hoy en día, trabaja como fisioterapeuta en El Burgo de Osma (Soria), una profesión que eligió porque le pareció «precioso» poder restaurar vidas.
En cuanto al desarrollo emocional y afectivo de las niñas superdotadas en comparación con sus homólogos masculinos, Sanz señala que ellas tienen la autoestima más baja que ellos, lo que las hace más vulnerables a la depresión y a la ansiedad. En las relaciones sentimentales, las mujeres con altas capacidades a menudo se sienten incómodas con una pareja más inteligente que ellas, mientras que los hombres no suelen tener problemas con una pareja que intelectualmente está por debajo de ellos.
En definitiva, la historia de Mercedes y las palabras de Carmen Sanz Chacón nos recuerdan la importancia de reconocer y apoyar a los niños superdotados, independientemente de su género, para que puedan desarrollar plenamente su potencial y no se vean forzados a disimular o esconder su inteligencia.