
En una tarde de emociones intensas y aplausos estridentes, el sol se ocultaba detrás del río Guadalquivir mientras Daniel Luque triunfaba en la Plaza de Toros de la Maestranza. La multitud rugió en aprobación cuando Luque, acompañado por el sonido de las campanas de la Puerta del Príncipe, emergió victorioso con dos orejas exageradas, una gloriosa victoria para Sevilla. El reconocimiento, aunque merecido, fue un tanto exagerado, ya que una sola oreja habría sido suficiente para celebrar su técnica impecable y su aplastante autoridad en la arena.
Diego Urdiales, un torero de renombre, también se destacó en la tarde, despojándose de todo lo superfluo y encontrando la intersección exacta entre memoria y olvido. Sus movimientos eran de una sutileza extraordinaria, un testimonio de su inteligencia y su profundo conocimiento de la faena. En una serie creciente de naturales, Urdiales demostró su dominio sobre el toro, regulando la altura y vaciando la dulce embestida a puro golpe de muñeca. Su clasicismo fue el verdadero triunfo de la tarde.
Los primeros toros de la tarde fueron cuvillos, conocidos por su bondad absoluta. Alejandro Talavante, otro matador de renombre, ofreció una imagen de un torero centrado, conduciendo la embestida con tacto y trato. Midió tiempos y cuidó la exigencia. Su zurda fluyó sedosa, como en un cambio de mano estratosférico. Atacó con rectitud con el acero y se embolsó un trofeo.
Luque mostró niveles superiores de expresión a la verónica con el mencionado tercero, un cuvillo con un diamante en su pitón izquierdo. Su faena estalló en las fases al natural, cuando Ricardito asintió y vertió su embestida aterciopelada. Sin embargo, el torero de Gerena no logró continuar la categoría de aquello y se fue a los pueblos. Su manejo inapelable del acero le entregó una oreja.
Pasado el ecuador de la corrida, el panorama cambió y Diego Urdiales no pudo redondear con el colorado cuarto, que se resistía a viajar. Aun así, Urdiales encontró vetas de brillantez en su labor, aunque más extensa que intensa.
Alejandro Talavante desafió las expectativas con faroles de saludo y un arranque de faena por pases cambiados rodillas y otros en pie mirando al tendido. Su disposición fue indiscutible con un toro más vivo y con menos clase, más suelta la cara y menos entrega.
Finalmente, a pesar del entusiasmo y la entrega de los matadores, el hecho de que las entradas no alcanzaran el lleno supuso un bofetón para Alejandro Talavante y Daniel Luque. Talavante, aunque conocido fuera de Madrid, nunca ha arrastrado masas, mientras que Sevilla se suponía que era terreno de Luque después del agitado invierno de reivindicaciones. Sin embargo, con esta Puerta del Príncipe, quizás el próximo día haya más gente…