
Sevilla, una ciudad conocida por su ardiente pasión futbolística, está albergando la final de la Copa del Rey. Esta no es una ocasión ordinaria, ya que la ciudad experimenta un aumento en su población en 100.000 personas, transformándola en un bullicioso caldero de emoción y anticipación. Para los ciudadanos que no tienen relación con el fútbol, este fenómeno adquiere un carácter peculiar, casi sospechoso.
El color predominante en la ciudad es el rojo y blanco, los colores del Athletic, cuya popularidad parece ser más fuerte aún antes del inicio del partido. Incluso los seguidores del Betis, que tienen su propia razón para apoyar al Athletic, ya que un triunfo vasco les daría una plaza extra para la Liga de Campeones, no dudan en mostrar su simpatía hacia los seguidores del Athletic.
Se estima que hasta 70.000 athleticzales han hecho el viaje a Sevilla, algunos recorriendo la longitud y la anchura de España en coche o en moto, demostrando una vez más el compromiso y la dedicación de los jóvenes y aventureros seguidores del Athletic.
Un lugareño, Germán, se pregunta en voz alta si queda alguien en Bilbao, mientras pasea por la fan zone, cerca de la Torre Sevilla y a cierta distancia del estadio de La Cartuja, donde se disputará el partido. Aquí se reúnen todos aquellos fans que, aunque no tienen la suerte de tener una entrada para el partido, han querido estar allí para apoyar a su equipo en un momento tan crucial, especialmente después de que el Athletic se quedara sin sus seguidores en las dos últimas finales debido a la pandemia.
En medio de este mar de rojo y blanco, los seguidores del Mallorca son más discretos, dispersos por la ciudad y con identidades prestadas en las camisetas de Muriqi, el capitán Raíllo, y hasta el vasco Aguirre, el entrenador que les ha llevado a un lugar impensable al inicio de la temporada. Aunque son pocos, la mayoría se agrupan en la carpa reservada para sus colores. Separados, llaman la atención, pareciendo intrusos en un paisaje uniforme.
Xabi, un seguidor del Athletic que estuvo en la final del Bernabéu ante el Barcelona el 5 de mayo de 1984, proclama su deseo de que se saque la gabarra, un barco tradicionalmente utilizado para celebrar los títulos del club, o si no, que se hunda. Este sentimiento es compartido por muchos en el Athletic Hiria, la fan zone donde se realizan conciertos y actos festivos en anticipación al partido.
Desde que José Angel Iribar, un gran portero y símbolo del Athletic, y el lehendakari Iñigo Urkullu, quien solicitó que no se pitase el himno nacional en el prólogo del encuentro, y Jon Uriarte, el presidente del club, levantaron el telón, ha habido un ambiente de celebración constante.
Aunque el ambiente ha sido en su mayoría tranquilo y deportivo, hubo algunos incidentes en el Jardín de la Alameda de Hércules, la zona de la fan zone del Mallorca, donde volaron algunas sillas y se lanzaron botes de humo y elementos pirotécnicos. Sin embargo, en general, los 1.800 policías desplegados en la ciudad no tuvieron demasiado trabajo para mantener una atmósfera sana y relajada.