
Real Madrid consiguió su pase a los cuartos de final de la Champions, pero no sin un considerable sufrimiento y menos felicidad de la esperada. Un gol de Vinicius fue suficiente para equilibrar el de Orban y superar, con la agonía de las noches de Chamartín, una eliminatoria trampa.
Carlo Ancelotti, el técnico del Madrid, admitió el sufrimiento en la previa del partido contra el Leipzig. El encuentro fue duro e impreciso, con menos intensidad de la que se esperaba para una oportunidad tan crucial.
La Copa de Europa regresó al Bernabéu y Ancelotti decidió innovar. Como un entrenador enamorado del futbolista centrocampista, decidió encajar a sus cinco centrocampistas favoritos: Tchouamni, Kroos, Camavinga, Valverde y Bellingham.
El esquema funcionó en la teoría, pero no en la práctica. Ancelotti abandonó el tradicional 4-4-2 y se decantó por un 4-3-3 con el inglés como 9 y el uruguayo como extremo derecho. Pero el Madrid naufragó en una primera parte en la que el Leipzig le perdonó varias oportunidades.
El Madrid fue lento, previsible e impreciso, y sufría en defensa, salvado solo por los errores del delantero rival, Openda. Parecía, una vez más, que el conjunto blanco necesitaba verse medio muerto en la orilla de la Copa de Europa para despertar de verdad.
El Madrid mostró debilidad desde el inicio. En el minuto 12, Openda comenzó su serie de oportunidades. Primero disparó desviado desde la frontal, y luego cruzó demasiado su disparo a la izquierda del portero ucraniano.
En el banquillo, Ancelotti abría los brazos en desesperación. En el campo, solo Kroos mostraba claridad. El Madrid jugaba, pero sin un objetivo claro.
El Leipzig, por su parte, esperaba oportunidades con una línea de presión muy adelantada, con Sesko y Openda en el centro y Simons y Olmo en las bandas. Los blancos no pudieron superar la primera avanzada alemana, que tuvo nuevas oportunidades rozando el descanso.
El Madrid no había disparado a puerta y sólo tuvo un córner tras un intento tímido de Bellingham dentro del área. Nada más de uno de los favoritos al título en la vuelta de una eliminatoria.
El Bernabéu despidió a su equipo con pitos multitudinarios al descanso. Ancelotti pasó por vestuarios y cambió fichas, convencido de los errores de su equipo. Camavinga se quedó en la caseta para que entrara Rodrygo.
El Madrid encontró respiro cuando se dejó de cálculos y se rindió a sus mayores virtudes: las arrancadas de Bellingham y Vinicius. En el minuto 65, el inglés inició una contra, avanzó y esperó el desmarque del brasileño. Jude cedió y Vini definió ante Gulacsi.
El Leipzig no se rindió y reaccionó para igualar de nuevo la eliminatoria a los tres minutos. Orban se adelantó de cabeza a Nacho tras un centro de Raum y metió miedo al Bernabéu. Ancelotti introdujo a Modric por Kroos y a Joselu por Bellingham para calmar el choque y lo consiguió entre suspiros de alivio. El Madrid puso la mano en el fuego y casi se quema. La noche en el Bernabéu fue de tensión, emociones fuertes y al final, un respiro de alivio.