
En la noche de ayer, el Etihad Stadium fue testigo de lo que podría describirse como un despliegue de fútbol de primera clase, cuando el Manchester City se enfrentó al Copenhague en un partido de la Champions League. El resultado final, como era de esperar, fue una victoria para el City, con un marcador de 3-1.
El partido fue tan predecible como cualquier enfrentamiento entre el Manchester City y el Copenhague. La Champions League es conocida por sus maravillosas sorpresas cada año, pero no concede milagros, a menos que seas el Real Madrid. El guion de este encuentro estaba predestinado, y ambos equipos parecían dispuestos a seguir cada línea y cada cuadro del storyboard.
El equipo de Guardiola continuó con su forma dominante en este enfrentamiento. En el primer partido, el City mantuvo un 80% de posesión de balón y realizó más de 800 pases. Esta tendencia no cambió en el partido de vuelta en casa, donde el City no ha perdido esta temporada. Con este impulso, el equipo se está acercando al Liverpool en la cima de la Premier League.
El City abrió el marcador en los primeros cinco minutos de juego. No fue una jugada muy pensada, sino un saque de esquina en el que Akanji demostró más rapidez que una defensa danesa medio dormida. Apenas tres minutos después, anotaron el segundo gol, también a partir de un saque de esquina. El gol fue acreditado a Julin Álvarez, pero Grabara contribuyó significativamente al gol.
El 2-0 calmó los ánimos de los jugadores del City, que sabían que, como la gravedad, más goles caerían por su propio peso. Sin embargo, esto no llevó a los pupilos de Neestrup Hansen a esforzarse demasiado en el campo del City. El sueño había terminado, quizás más lejos de lo que los daneses pensaban en un grupo con el otro Manchester y el Bayern de Múnich.
En un momento de orgullo y temeridad, Elyounoussi se lanzó desde su campo en una carrera desesperada hacia el área del City. Combinó con Oskarsson, quien le devolvió el balón con un precioso taconazo, recortando distancias.
Pero el gigante despertó. Haaland recibió un pase largo, usó su cuerpo para proteger el balón de los defensores y lanzó un disparo imposible para Grabara. Haaland celebró su gol con un salto al aire, y el partido estaba prácticamente resuelto.
Pasada la hora, el City tenía casi el 75% de la posesión y más de 600 pases. Sin embargo, la oportunidad más clara fue para el Copenhague tras una relajación excesiva de la defensa del City. Ederson, el portero del City, respondió bien.
Guardiola decidió preservar la salud de los pocos titulares que estaban en el campo, en caso de lesiones como la de Matheus Nunes. Pero incluso un City B ganaría la liga danesa con bastantes puntos de ventaja. En una Champions con 48 equipos, se verán desigualdades aún más extremas que la que se pudo ver ayer en el Etihad.
En los últimos minutos, el City tocaba y tocaba pero se olvidaba de atacar el arco contrario, lo que permitía crecer al equipo danés, no por intentar ninguna hazaña, sino por dar una alegría a la numerosa afición visitante que se había trasladado al Etihad y saltaba y cantaba con su equipo abajo en el marcador.
Como un gesto de homenaje, Guardiola decidió darle al joven Wright su debut en la Champions League, apenas un mes después de su debut en la Premier League. Al final, nada sucedió porque nada podía suceder, el guion estaba escrito.