
Blefaroplastia: Una experiencia personal y una advertencia
Hace veinte años decidí someterme a una blefaroplastia, una cirugía estética para eliminar las bolsas de los ojos. Este procedimiento, que se encuentra entre los más demandados después de los 45 años, se realiza con frecuencia en la actualidad. Sin embargo, mi experiencia fue una especie de montaña rusa emocional y física que quiero compartir.
Para empezar, la decisión de hacerme la cirugía no fue fácil. Sabía que mi cuenta bancaria se vería seriamente afectada por el costo del procedimiento, pero estaba decidida a emprender esta ‘aventura’ de cirugía plástica. Sentía que necesitaba hacerlo, no por cómo me veían los demás, sino por cómo me veía yo misma. Cada vez que me miraba al espejo, veía unas bolsas en los ojos que no me gustaban.
Después de una exhaustiva investigación en Internet, elegí a un cirujano que parecía tener una buena reputación. En nuestra primera reunión, el cirujano me habló con entusiasmo sobre los beneficios de la blefaroplastia y me mostró fotos de antes y después de su propia cirugía. Convencida, decidí seguir adelante con la operación.
La cirugía en sí fue un proceso bastante rápido y se realizó de forma ambulatoria. Según la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE), el procedimiento implica hacer incisiones en los párpados, separar la piel de la grasa y el músculo subyacentes, y luego eliminar el exceso de grasa y piel. Después de la cirugía, el cirujano incluso me entregó un frasco con las bolsas que habían sido eliminadas de mis ojos.
Durante las primeras semanas después de la cirugía, experimenté una serie de síntomas molestos. Mis ojos estaban hinchados y morados, y tenía suturas finas en los párpados. Además, no podía mover los ojos a los lados sin sentir mareos. Pero lo peor de todo fue el constante lagrimeo que duró meses.
El problema no terminó ahí. Durante mucho tiempo, mis ojos no se cerraban por completo. Al principio pensé que era normal, pero con el tiempo, comenzó a preocuparme. Finalmente, un oftalmólogo me diagnosticó con ojo seco, una condición que puede provocar un lagrimeo constante.
Después de la cirugía, me di cuenta de que había perdido una característica distintiva de mi rostro. Mis ojos ahora parecían hundidos y las cicatrices eran visibles. Aunque ya no tenía bolsas bajo los ojos, me di cuenta de que prefería mi apariencia antes de la cirugía.
Investigando para este artículo, descubrí que el cirujano que me operó ha tenido varias demandas en su contra, incluyendo algunas por blefaroplastias que resultaron en dificultades para cerrar los ojos y sequedad en los ojos. Fue una revelación impactante y me hizo reflexionar sobre la importancia de elegir a un cirujano con experiencia y reputación.
El Dr. Marco Sales, experto en blefaroplastia y cirugía estética de la mirada en IMO Grupo Miranza, explica que es posible corregir una blefaroplastia mal hecha, pero depende de cada caso. En algunos casos, es posible mejorar las asimetrías en los surcos y devolver parte de la grasa. Sin embargo, en otros casos, puede ser necesario realizar procedimientos más complejos.
En conclusión, mi experiencia con la blefaroplastia fue una lección aprendida a un alto precio. Si estás considerando someterte a este procedimiento, te insto a que investigues cuidadosamente y elijas a un profesional experimentado. Recuerda, la belleza es subjetiva y lo más importante es cómo te ves a ti misma, no cómo te ven los demás.